Las uvas han madurado, lo que significa que han alcanzado el equilibrio entre azúcares y ácidos que los enólogos consideran adecuado y es hora de comenzar la recolección y el proceso de elaboración de vinos deliciosos, como los que se obtienen en la denominaciones de origen Arribes del Duero.
Son múltiples las localidades en las que se lleva a cabo esta vendimia como Pereña de la Ribera, Villarino de los Aires, Fermoselle o Aldeadávila.
Se trata pues de una tradición, en pequeñas superficies de viñedo, y un saber hacer tradicional, inmemorial en el tiempo, desde que los romanos trajeran esta fruta.
Variedades con una antigüedad de 50 y 60 años son Malvalisa, Rufete, Temprañillo, Juan García, Bruñal…, que se adaptan perfectamente a un suelo pedregoso con pizarrales y granito, un tesoro que evolucionará aún más hacía unos vinos muy preciados y exquisitos.
San Bartolomé fue la primera cooperativa de productos agrícolas de las Arribes, y que a raíz de ella y la posterior Bodega “Arribes del Duero” se dio el impulso definitivo para poder reclamar la calidad que da el sello ‘DO Arribes del Duero’.
En esta laboriosa tarea es interesante descubrir la gran cantidad de uvas diferentes que hay, cómo el simple hecho de utilizar barricas de distintas maderas durante el proceso de maduración puede influir tanto como para obtener tan variados vinos, o que el hollejo (la piel de la uva) sea lo que le da su característica coloración (pudiendo elaborar, por ejemplo, vino blanco de uva negra)
¡Ya está el exquisito néctar embriagador listo para ser depurado!